EEAASS
Las experiencias nos hacen crecer, y esta no va a ser menos, incluso me atrevería a decir que es más. Todos tenemos una idea preconcebida de lo que es un Erasmus, pensamos en fiestas, viajes, nuevos idiomas… y si, es todo eso pero también mucho más.
Lograr hacer amigos que en un mes se convierten en lo más importante de tu vida. Muchos desaparecieron tras el último examen, pero otros te siguen haciendo que bendigas el día en el que rellenaste la casilla de la universidad de destino.
Las conversaciones de “Where are you from?”. Vivir en un bucle conversacional eterno en el que cuentas de dónde eres, qué estudias y relatas el precio y condiciones de las casas en las que has vivido en lo que va de beca.
Comprender mucho más tu país de origen, sociedad y cultura. No hay nada como tomar distancia para ver tu realidad con otros ojos. Y no digamos si miras a tu propia vida.
Convertirte en un muy solicitado cocinero. Da igual lo menguadas que sean tus habilidades culinarias; siempre hay alguien que requiere tus servicios para elaborar una tortilla de patatas y el resultado, por desastroso que sea, será muy aplaudido.
La intensidad de vivir más experiencias en 4 meses que en años enteros de vida (y que da como consecuencia el famoso síndrome post-erasmus. La ausencia de miedo. Atreverse con todo y que todo dé un poco igual. Ese concepto de “vamos a la aventura”, de que ningún colchón será demasiado duro, ningún vuelo saldrá a una hora demasiado intempestiva, ningún compañero de habitación estará demasiado loco.
El espabilamiento y la seguridad con la que te das cuenta de que has vuelto a casa. No sólo traes la agenda llena de nombres checos, daneses e italianos y una nostalgia tanguera rayana en la depresión; por el camino te has hecho más adulto y te sientes más capaz de todo.
Ahora para rematar, os cuento lo que me pareció Frosinone la ciudad/pueblo que tantas alegrías me dio. Al principio no estaba segura si debía escogerla, la verdad es que me decidí por Frosi porque estaba cerca de Roma y así sería más fácil para moverme (gran acierto). Pero una vez allí, le coges cariño. Es pequeña pero práctica.
Vamos a lo que importa, la Accademia di Belle Arti di Frosinone tiene dos sedes, la antigua y la nueva, muy cerca una de la otra. La mayoría de mis clases eran en el edificio nuevo (bastante chulo) y por supuesto todas las clases eran en italiano. Hay mucha variedad de asignaturas, siempre enfocadas desde un punto de vista muy artístico, que sinceramente pienso que es algo de lo que nos olvidamos habitualmente en España. Al principio te sentirás perdido, los horarios son raros, no necesitas ordenador, los exámenes son orales, la gente come panini en clase y está lleno de chinos… Pero eso forma parte de la experiencia y pronto te acostumbrarás. Los profesores, la coordinadora de Erasmus (Sabrina), el personal administrativo y los compañeros suelen ser muy amables y siempre están dispuestos a ayudarte.